Otro de los elementos que debe ser considerado al momento de evaluar una oportunidad de inversión es lo que tiene que ver con los COSTOS de la inversión.
Toda inversión implica un desembolso de dinero, pero no siempre es claro y transparente el monto de lo que esa inversión nos va a demandar. Hay costos que están escondidos y otros no son "tan escondidos”, como es el caso de las comisiones que intermediarios pueden cobrarnos al comprar o vender el activo en que invertimos. Por ejemplo, en caso de inmuebles, es usual pagar comisiones del orden del 5% del valor de la transacción a uno o más corredores. Y cuando se compra un fondo mutual o de vende su participación de pagan comisiones “de entrada” o “de salida” a la sociedad administradora del fondo. Ese dinero debe considerarse como un factor que disminuye la rentabilidad de la inversión, por aumentar el monto que desembolsamos al invertir o disminuir el que recibimos al liquidar la misma. Su impacto puede ser muy importante.
Pero hay costos menos evidentes. Por ejemplo, casi todo programa o instrumento de inversión (fondos mutuos, ETFs, productos de seguros, carteras administradas, etc.) tienen unos costos de administración que no se descubren fácilmente, a menos que uno revise a fondo el correspondiente prospecto del instrumento o contrato de administración de portafolios. Estos costos implican que, periódicamente, el administrador retirará de la cuenta del inversionista una cantidad de dinero y la transferirá a su propia cuenta, de esta manera reduciendo el activo del cliente y por tanto la rentabilidad. Estos costos pueden erosionar de manera sustancial el rendimiento de la inversión y es importante conocer su cuantía y compararla con la rentabilidad históricamente obtenida por el activo, para ver si su impacto es relevante.
Por último, quiero mencionar otros costos, que son intangibles y a veces incuantificables.
Me refiero, por ejemplo, a los costos de “mantenimiento”. Tomemos el caso de un inmueble que hayamos comprado para alquilar. A menos que contratemos a un administrador de propiedades (en cuyo caso tendremos el costo explícito de pagarle sus servicios), nos tocará hacernos cargo de un sin fin de tareas y actividades necesarias para la conservación, comercialización del inmueble. Pensemos en el tiempo que tendremos que dedicar a lidiar con los inquilinos, con las entidades que prestan servicios públicos, con las administraciones locales de impuestos, etc., y con los desembolsos directos que implicará contratar a abogados, corredores y empresas de mantenimiento. Este tipo de costos es el que me parece más difícil de manejar, debido a que son impredecibles en frecuencia y cuantía. Y porque le tiempo de cada uno de nosotros tiene un precio alto.
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